Frenología “La ciencia de la mente”

La frenología surgió hacia 1790 de un ejercicio de mediciones de la cabeza que adelantaba el alemán Franz Joseph Gall (1758-1832) con el nombre genérico de ‘craneometría’. Por la misma época empezaba a tener éxito otra seudociencia, la fisonomía, que generalizaba los rasgos psicológicos de las personas a partir de sus rasgos faciales. En manos de Johann Gaspar Spurzheim (1776-1832), ayudante de Gall, el revuelto de las dos disciplinas se convirtió en la frenología, que en griego significa estudio (logos) de la mente (phren). Hacia 1810 la nueva ‘ciencia’ era ya ampliamente conocida, y entre 1820 y 1860 su popularidad fue desbordante en Europa, Estados Unidos y Oceanía.

Llegó a haber en el mundo más de cien sociedades locales dedicadas al estudio de la frenología. Sus academias competían en prestigio con las de Medicina, Geografía, Astronomía y otras ciencias, al punto que la misma reina Victoria y su esposo el príncipe Alberto, llevaron al frenólogo George Combe para que leyera las cabezas de sus hijos. 

Todavía al terminar el siglo había destacados científicos que profesaban fe inaguantable en ella. Esto escribió en 1899 Alfredo Russel Wallace, quien descubrió, junto con Charles Darwin la teoría de la evolución: “La frenología es la verdadera ciencia de la mente. Sus usos prácticos en educación, autodisciplina, tratamiento de delincuentes y curación de orates la llevarán a uno de los más altos sitiales en la jerarquía de las ciencias”. Para entonces, las formas, protuberancias y tamaños de las cabezas influían no sólo en la medicina y la educación, sino también en la criminología. En Italia surgió una escuela capitaneada por Cesare Lombroso (1835-1909) que pretendía explicar la conducta de ladrones y asesinos examinando su fisiología y, en particular, las características de sus ojos, mandíbula, pómulos, boca, orejas y forma del cráneo.

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